A pie
Ya hemos tomado la decisión y, por tanto, tenemos que empezar rápidamente con los entrenamientos; al Camino, dentro de lo posible, tenemos que ir a disfrutar de lo mucho que tiene, nos tenemos que concentrar en él y su filosofía, que la tiene, y muy rica por cierto, y olvidarnos de la fatiga, ampollas y pies.
Si no estamos muy acostumbrados a andar, al principio deberemos empezar con paseos cortos, que se irán alargando progresivamente, especialmente los fines de semana, si es posible con salidas al monte, para habituarnos a las subidas y bajadas, hasta que lleguemos a dominar la distancia que creemos será la de las etapas a realizar.
Las últimas salidas las deberíamos realizar con la mochila cargada para irnos haciendo a su peso, y a la vez nos puede servir para darnos cuenta si el peso que llevamos es excesivo, pues es muy distinto hacer un domingo 25, 30 ó 35 Km. llegar a casa, ducharnos, dormir en nuestra cama y al día siguiente seguir con la vida normal. Sería conveniente en los últimos fines de semana, tratar de andar con la mochila el viernes por la tarde y hacer el máximo de Km., el sábado lo mismo, y de nuevo el domingo con el equivalente en Km. de las etapas previstas; si lo hacemos sin grandes problemas, llegar a Santiago sólo será cuestión de días.
Hay que tener en cuenta que el auténtico entrenamiento lo realizaremos en el propio Camino, y nos será más fácil hacer 40 Km. en el último tercio del recorrido, que 25 en el primero.
No obstante, para los que no hayan tenido posibilidad de entrenarse antes de empezar, indicarles que el mejor entrenamiento es la propia realización del Camino, pero que en su caso, deberán empezar de forma muy suave y, poco a poco, aumentar las distancias, en la seguridad de que el propio cuerpo nos avisará si estamos actuando correctamente.
En bicicleta
Pensamos que para las personas que no tienen mucha costumbre, y en función de la distancia a recorrer cada día, con dos meses será suficiente. Deberemos empezar poco a poco, al principio rodando, para más adelante alternar las partes llanas con subidas; de esta forma nos iremos acostumbrando a conocer las multiplicaciones más adecuadas para cada perfil.
Caso de ser posible sería muy interesante, sobre todo al principio del entrenamiento, que nos acompañara una persona con costumbre de andar en bicicleta, que nos enseñara sus "secretos".
Como todo en esta vida, es cuestión de proponérselo, tomándoselo con seriedad.
No me resisto a comentar el caso de una señora, que sin saber andar en bicicleta, llegó a Santiago ... y seguía sin saber andar. Muy sencillo: Su esposo, por algún problema de rehabilitación, tenía que hacer bicicleta todos los días. Con una bicicleta pequeña y plegable, se hizo él mismo prolongándola con unos tubos, una tipo tandém, y su esposa, para que no se aburriera le acompañaba en el sillín posterior todos los días, pero no sabía andar en bicicleta. No sé a quién se le ocurrió, pero el caso es que acompañada de su hijo de unos 16 años, él, por supuesto, guiando, hizo el Camino de Santiago en el año 1991.
La bici no tenía cambios, por lo que muchas cuestas tenían que subirlas empujando. Bajarlas, era otro problema, pues los frenos no respondían al ir cargada con el equipaje, y tenían también que bajarse de la bici. Las etapas que realizaban eran, en distancia, iguales a las de los que iban andando, pero llegaron felizmente a Santiago ... y no terminó de aprender a andar en bici.
Creo que en cuanto a qué se puede hacer, queda todo dicho.
Otra cosa serían las etapas o días empleados en hacer el Camino; no conviene ir con prisas, tomémonos el tiempo necesario.
Sería muy conveniente entrenar los últimos días con las alforjas cargadas; de esta forma, además de acostumbrarnos, nos daríamos cuenta que el peso y el volumen del equipaje es un problema, por lo que conviene reducirlos al máximo, llevando, por tanto, lo realmente imprescindible.
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